Los humoristas de “la tira y afloja” de la Nueva España supieron captar enseguida la esencia de la escuela trevinista. En la viñeta de la derecha no queda un hueco sin llenar con casas, y en la de la izquierda se quiere dar a entender que esta “afición” es genética.
El fatídico verano de 1990 dejó un recuerdo imborrable del urbanismo trevinista, ya que el entonces alcalde firmaba con empresarios foráneos, sin más trámites, sucesivos convenios para edificar en las zonas más vistosas y apetecibles para ellos. Ahora reclama Trevín una ampliación de plazos para hacer alegaciones al actual plan urbanístico de Llanes, pero en aquellos años ni siquiera dio la oportunidad de hacer alegaciones a ningún vecino.
La amenaza genética del trevinismo, santo y seña de su candidato, vuelve a resurgir en la actualidad, usando esta vez un lenguaje más sibilino y moderado. Pero su filosofía es siempre la misma: ganar votos con falsas expectativas de trabajo en la construcción, a costa de lo que sea, aunque lo anulen los tribunales dentro de unos cuantos años. Tal como se dice en lenguaje coloquial, la cabra tira al monte.
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